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Lana, lino, lunalà!
Haydn y el nonsense: una música para cada escena
Es extraño el proceso que realizó Haydn al poner
música a la comedia de Goldoni. Habituado como estaba a la dirección musical de
operas buffas de otros autores, no dudó trabajar el estilo de su Mondo della
Luna a la manera cómica italiana, ese nuevo tipo de espectáculo burgués y
costumbrista que se había desarrollado en los escenarios desde su origen
en los “intermezzi” de obras serias del barroco, hasta su autonomía propia.
Hasta ahí, no hay muchas sorpresas, todo nos suena levemente Rossiniano: el
padre o tutor severo, los amantes que lo engañan, las hijas liberales, los
siervos manipuladores, etc. ¿Y qué pasa en la luna? Haydn encontró que el
“nuevo mundo” lunar (ficticio o verdadero, eso no importa, recordemos que en
1777 la única manera de viajar a la luna era la poesía) debería coincidir con
una “nueva” música, y es así que instaló en el medio de su opera buffa, una
pequeña opera clásica (en el sentido gluckiano del término), una pequeña
arcadia, un pequeño paraíso formal extraído del mundo “natural”, y por
supuesto, dentro de su parodia, habitado por ninfas y pastores, con sus árboles
cantores y su suelo de algodón. Pero aún hay más sorpresas: en este nuevo
mundo, que ayuda a olvidar las desgracias cotidianas del mundo verdadero
(recordemos que en la comedia, las desgracias mundanas son más tangibles que
nunca), todos los órdenes están invertidos, el emperador será el siervo, la emperatriz
la mucama, el disoluto galán será la ley el orden, y el excéntrico, el decoro.
Como en los sueños, en este mundo ideal el orden de los deseos personales aún
no se ha perdido, mientras que el mundo diurno es solo un recuerdo.
Ajustándose a la variabilidad de estas situaciones es que Haydn nos da su
material escénico-musical más efectivo, moderno y ecléctico. Esta estética de
adaptación de estilos tan diversos (en algunos casos, abiertamente antagónicos)
más cercana a una dramaturgia de collage que a la idea de ópera propia de la
época, no hace más que reforzar la imposibilidad del “engañado” de dar con el
verdadero carácter de la luna (¿Es propicia? ¿Es adversa?). Y es esa
despreocupación de Haydn por la identidad musical de la obra lo que nos parece hoy
más fresco, casi un guiño a la estética del “descarte”. Toda una obra maestra involuntaria.